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“Confieso que en la ERA me volví a enganchar a la emoción que implica este oficio”

Ayer, actualizando mi currículum, pensé: “¿Cuándo he aprendido tantísimo?”. Qué emoción. Hace dos años terminé la carrera con un manual de instrucciones que, os prometo, no estaba en mi idioma. Vocación, esfuerzo e intuición: así empieza mi viaje en la Escuela de Reporteros de Andalucía (ERA).

No me equivocaba. Sabía que el periodismo era mucho más que lo que me habían contado. Yo creo que los periodistas tiramos mucho de fe; fe en nosotros mismos y en un futuro mejor para la profesión. Confieso que en las nuevas aulas de Amador de los Ríos me volví a enganchar a la emoción que implica este oficio, ahora con nuevos retos. Terror y diversión a partes iguales la primera vez que cogí el micro -que, en cuestión de meses, pasó a ser una extensión de mi cuerpo-.

Mis profesores nos leyeron, sin tapujos, la letra pequeña de aquel manual de instrucciones. Tampoco titubearon al poner los puntos sobre las íes cuando fue necesario. Ellos vieron, antes que nadie, qué nos hacía especial a mí y a mis compañeros, y nunca faltaron las buenas palabras. Allí crecí como periodista pero también como persona. Me obligué a apartar la vergüenza, los ‘peros’, y me ceñí a empaparme del talento que me rodeaba.

La periodista Alba Castilla en la Escuela de Reporteros de Andalucía (ERA)

Ahora me he ganado el título de periodista, reportera, comunicadora… La guinda de mi pastel fue que, un mes después de terminar el curso, firmé mi primer contrato laboral en este mundillo. Hace un año habría sido impensable, al igual que presentar el Décimo Aniversario de los Premios Blogosur. A la ERA le debo los conocimientos, el decir ‘sí’ y la oportunidad de descubrir las infinitas formas que existen para hacer periodismo.

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